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las tres globalizaciones

globalización metafísica: se trata de la ilustración cosmológica de los pensadores griegos, que por medio de su conexión entre ontología y geometría, nos introducen en el monocentrismo metafísico que prometía a todos los seres vivos la inmunidad en su Dios Uno, es decir en la rotunda totalidad.

globalización terrestre: quien cuenta una historia así tiene que sí o sí representar en esbozo la expansión europea después de 1492.

globalización comunicativa: mc luhan: la simultaneidad eléctrica de los movimientos informativos produce la esfera total oscilante del espacio auditivo, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna.

 


Se puede afirmar que el totalitarismo moderno es un producto del consenso de un estadio: es un fenotipo agitado, en el que cien mil voces colocan una campana de ruido sobre los reunidos, surge el fantasma de la unanimidad. En él se crea una voluntad general sonora: un plebiscito de ruidos.

A la vista de estas circunstancias, se justifica literalmente la tésis de Gabriel Tarde: que el estado social del ser humano es uno hipnótico o sonámbulo.

El griterío de la multitud en el estadio se reacopla directamente a ella.

Cuando Elias Canetti describió a “la masa como anillo” no estaba caracterizando simplemente las condiciones visuales y arquitectónicas de un estadio, sino, así mismo, la fascinación acústica que, procedente de la reunión, se cierne sobre ella.

 


jg ballard high rise

Creo que no se ha comprendido la llegada del motor. No sé ha visto que se trataba de la invención de un movimiento perpetuo o casi: el motor a vapor, a explosión, eléctrico, electrónico, a inferencia lógica en el caso de la computadora y ahora los motores de búsqueda de Internet.

Para mí, las grandes periodizaciones están, pues, vinculadas a la revolución de los transportes en el sentido amplio del término, y esta revolución está unida al motor. Hoy, el motor de inferencia lógica ha sobrepasado el estadio de la máquina como instrumento: a la revolución de los transportes le sucede la de las transmisiones, a cuyo término se sitúa la revolución cibernética que hoy conocemos. Y lo que se anuncia es la revolución de los transplantes.

Con los clones tocamos la imbrincación de la maquinaria industrial y lo vivo. Con los tecnotransplantes, que no son ya xeno-trans-plantes animales, las micromáquinas pueden suplantar a los órganos. Las prótesis adicionales existen ya y ahí se localizara esta otra mecanización-motorización de lo vivo que es el genio genético, es decir, la posibilidad informática de programar células y de producir organismos transgénicos, clonados en el reino vegetal y animal (como hoy se los conoce). Esta tercera revolución es inconmensurable con relación a las otras, puesto que de aquí en adelante el robot ya no es el doble del hombre que se encuentra junto a él, sino que penetra en el interior mismo de lo vivo: es el ser cibernético que se acerca al dibbouk o al golem.

Lo que se ha heredado de este pensamiento de la guerra que envuelve al mundo es que se nos habla de inteligencia colectiva y de un cerebro mundial en el que no habría más que neuronas conectadas unas con otras, se ve cómo se perfila el riesgo totalitario… Por el momento, aún es nuevo y libre, y no es caro. Tras las autopistas de la información se encuentra lo contrario de la anarquía. Quiero recordar que las autopistas nacieron durante el fascismo, las autostrade y las reichautobahn… la comunicación, ya lo decía Esopo, es la mejor y la peor de las cosas.

 


“iconoclastía” es cuando una imagen o una representación es rota en pedazos. Puede haber muchas razones para tal acto. Puede deberse para conseguir librarse de algo que es una ofensa a nuestros valores, para llegar a alguna otra mayor y mejor imagen, o quizás prescindir enteramente de cualquier forma de representación.

“icono-clash” es cuando hay una profunda y perturbadora incertidumbre sobre el rol, poder, status, peligro, violencia de una imagen o una representación dada; cuando uno no sabe si una imagen debe ser rota o ser restablecida; cuando uno ya no sabe si el rompedor-de-imagen es un corajudo/a innovador/a o un vándalo, si el adorador/a-de-imagen es
un piadoso/a fanático/a o un respetable devoto/a, o si el hacedor/a-de-imagen es un farsante desviado/a o un/a hábil hacedor/a-de-hechos y buscador/a-de-verdad.

un estado de la duda en cuanto a qué se puede esperar de las imágenes, de sus constructores, adoradores y quebrantadores. No queremos acabar suspendiendo la creencia en las imágenes pero tampoco suspender la incredulidad en ellas.

Quizá todas esas frágiles representaciones están disponibles para nosotros para alcanzar objetividad, verdad, belleza, santidad y democracia. Pero entonces otra distribución entre la confianza y la desconfianza en las imágenes tiene que ser propuesta. Para hacerlo así tenemos que comparar diversos modelos de creencia y de incredulidad en la representación.


Profundamente infectada por el sentido, la representación ha perdido por completo la inocencia. Podemos llamar inocente a una representación que se ofrece simplemente como tal, que sólo pretende ser la imagen de un mundo exterior (real o imaginario, pero exterior); en otras palabras, que no incluye su propio comentario crítico. La introducción masiva en las representaciones de referencias, de burla, de doble sentido, de humor, ha minado rápidamente la actividad artística y filosófica, transformándola en retórica generalizada. Todo arte, como toda ciencia, es un medio de comunicación entre los hombres. Es evidente que la eficacia y la intensidad de la comunicación disminuyen y tienden a anularse desde el momento en que se instala una duda sobre la veracidad de lo que se dice, sobre la sinceridad de lo que se expresa (¿hay quien pueda imaginar, por ejemplo, una ciencia con doble sentido?). La propensión al desmoronamiento que muestra la creatividad en las artes no es sino otra cara de la imposibilidad, tan contemporánea, de la conversación. Es como si, en la conversación corriente, la expresión directa de un sentimiento, de una emoción o de una idea se hubiera vuelto imposible, por ser demasiado vulgar. Todo tiene que pasar por el filtro deformante del humor, un humor que termina girando en el vacío y convirtiéndose en trágica mudez.