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hablaré de las relaciones entre las máquinas y el hombre, y comienzo por el punto de vista de las máquinas que aprenden, pues hay máquinas que aprenden. Hace ya algunos años que se construyó una máquina para jugar a las damas; también se quieren construir máquinas para jugar al ajedrez (el jugador de ajedrez es un laboratorio para estudiar la construcción en general de máquinas que aprenden). Las máquinas para jugar a las damas empiezan por jugar según ciertas reglas. Se da entonces una evaluación de los movimientos que, para empezar, es fija. Eso equivale a tener movilidad, a tener un número mayor de piezas, a poder dominar todas las casillas posibles, etc. Esas cantidades pueden medirse númericamente, y para cada juego pueden determinarse todas las posibilidades según las reglas, y entre las posibilidades se encontrará un movimiento con el máximo de valor, y se hará ese movimiento. Pero la determinación del valor tiene algo de arbitrario.

hasta ese punto, se puede construir una máquina que juega a las damas; esa máquina, como toda máquina de jugar, parece tener una personalidad. Si, por ejemplo, se juega por correspondencia, no se ve que haya una máquina, sino únicamente el juego mismo; se ve la personalidad del jugador, pero parece muy rígida, una vez que se encontró el método para oponerse a los movimientos de la máquina, este siempre es válido.

pero también hay máquinas que cambian de personalidad jugando. Samuel, de la compañía IBM construyó esa máquina: después de cierto número de partidas, se considera no sólo el juego que se hace a partir de las reglas, de la evaluación ya hecha, sino qué evaluación será la más favorable para ganar, para el juego ya hecho, es decir, que los movimientos que se observan entre los juegos ganadores son los escogidos, y los otros son rechazados. Se da una revaluación númerica de las cantidades que indican la movilidad, el dominio de los lugares, el número de piezas, y se sigue jugando con esta evaluación nueva. Y se la vuelve a considerar al cabo de cierto tiempo, después de haber hecho el juego nuevo, y así sucesivamente.

dicho de otro modo: después de cierto tiempo la máquina es verdaderamente una máquina nueva, su personalidad cambia. Las jugadas del adversario que tuvieron éxito hasta entonces dejan de tenerlo; al estudiar la personalidad de la máquina, se observa que la máquina aprende y que su personalidad se desarrolla. La personalidad ya no es rígida.

Samuel ha dicho que después de cierto tiempo, una o algunas horas, la máquina aprendió a vencerlo, pero más tarde descubrió que él a su vez había aprendido a vencer a la máquina, y entonces dijo que la máquina no aprendía verdaderamente; pero eso no es cierto: aprender no significa ganar siempre. Hubo un período durante el cual Samuel debió aprender a jugar mejor, es un indicio de que la máquina aprendió de verdad a jugar.

así pues, hay máquinas que aprenden; es más díficil de realizar en el ajedrez a causa de la diversidad de los movimientos y de la diferencia del objetivo, al comienzo, en medio y al final del juego. Mis amigos me dicen que en diez o veinticinco años habrá máquinas expertas.

pero hay dificultades y consideraciones muy interesantes. En el ajedrez, en las damas, es muy fácil saber lo que constituye un buen jugador: ganar según las reglas arbitrarias que ya existen. Pero ¿qué significa hacer una buena traducción? ¿qué es ganar en una traducción? la máquina no puede aprender más que según la sujeción a normas de la actividad; para hacer aprender a la máquina hay que saber qué es lo que constituye una buena jugada. En el idioma, el ideal es ser comprendido por los seres humanos; no se puede separar la bondad de la acción de la máquina de los valores humanos. Se trata pues de un sistema medio mecánico, medio humano.

norbert wiener. el hombre y la máquina. "los coloquios de royaumont" 1965. pp.72a91