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en Estados Unidos el ácido se daba por sentado. si uno iba allí y se movía en un círculo de gente joven que estuviera un poco al tanto, veía aparecer el ácido casi por cualquier parte. se podía uno encontrar con una sweet little sixteen ya aburrida del asunto y despreciando, por aficionados, a los que sólo lo habían probado una vez.

aparte de esto fue una verdadera conmoción. en la tierra del doctor Timothy Leary se convirtió en una religión organizada y hasta en los niveles menos serios se hablaba de ello como la cura de todos los problemas, el camino hacia el verdadero nirvana. sus consumidores charlaban en voz baja y hablaban de él en tonos de mística reverencia.

miraban el espacio por encima de la cabeza de uno y se podía adivinar que estaban contemplando el infinito.

inevitablemente acababan por sentirse superiores. después del ácido se paseaba uno por cualquier parte rebosante de nuevas percepciones y se creía estar en un lugar nunca visto antes por nadie. se sabía toda clase de respuestas secretas y se ponía uno muy creído y suficiente sin poderlo remediar.

en este sentido, el ácido formó su propia aristocracia y el pop fue parte de ella, el pop fue su portavoz. no todo el pop, claro está. solo el underground.

el underground era algo experimental, fuera de los lindes de la industria, que tuvo lugar no solo en el pop, sino también en los peródicos, en la pintura, la poesía y en cualquier tipo de expresión antiestablishment. estaba muy en la tradición de los beatniks de los cincuenta, pero al estar enlazado con el superpop alcanzó un público infinitamente más amplio que el alcanzado por el beat.

su gran figura era el poeta Allen Ginsberg. diez años antes había ya difundido lo que serían más tarde filosofías hippies en poemas tales como Howl y América, y sus mensajes todavía se mantenían en vigor. barbudo, benevolente y exhibicionista, tenía algo de chiste, pero de chiste bueno. había influído en Dylan e influyó en casi todo el mundo.

el rollo posterior de la meditación trascendental (que floreció después de que lo Beatles la implantaran y desapareció un día después que los Beatles la abandonaran) vino a ser como un legado del período del LSD, el pop se había indigestado de tanto ácido que se le quedó hueca la mente, se hizo muy frívolo y se vió mezclado en una serie de misticismos y fantasías que normalmente habría rechazado con un rápido par de pedos. al cabo de unos meses, cuando el efecto del ácido fue disminuyendo, se recobró la cordura y todo el mundo volvió a las discotecas.

la pregunta de rigor es: que vendrá a continuación? el alcohol? la astrología? o una vuelta al catolicismo romano? la respuesta es que todas estas cosas y ninguna (las modas cambian tres veces al año y nunca tienen demasiada conexión) no son más que bromas. lo único que permanece es la inquietud subyacente, lo único verdaderamente real. fue esta inquietud, este hambre elemental de soluciones, lo que dió pie al acid-rock, al love-rock y a la meditación, y lo que dará pie al próximo movimiento, que sea cual sea sería expresado mediante el rock porque el pop es la nueva religión americana, el principal grito de guerra, y nada es demasiado grande o estúpido como para que no pueda embarcarse con él.

de hecho es muy posible que en los próximos años el rock sea un factor político real en América. después de todo, uno de cada tres jóvenes americanos creen ciegamente en la tolerancia, la buena voluntad y la paz, y para casi todos ellos el pop es su plataforma. como es lógico, no durará: dentro de diez años la intensidad habrá desaparecido y esta generación se sumergirá en la misma incómoda apatía que cualquier otra, pero mientras tanto el rock puede contar.

nik cohn, awopbopaloobop alopbamboom, una historia de la música pop, 1968, pp. 371-387