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la rebelión política es y debe ser inefectiva porque tiene que luchar dentro del nivel político reinante. mas allá de las corrientes de la orilla es totalmente anacrónica. la historia no derrocará a los gobiernos nacionales, los desbordará.

la juventud es incapaz de reconciliarse con el ocio y esto es una consecuencia directa de la alienación del hombre de sí mismo que trae la revolución industrial. el hombre se ha olvidado de cómo se juega.

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el humor, las ideas nunca expresadas y que venían a reforzar las alusiones veladas y las reticencias, el "duende" de la cultura misma se llamaba entonces "jive". los músicos que mejor tipifican esta actitud son probablemente Fats Waller, Louis Jordan y el cantante Leo Watson, de características netamente surrealistas. Sin embargo, hacia 1939, había en Harlem un músico que no era el hombre que mejor encarnaba el carácter y los méritos del hipster, sino que más tarde se convertiría en el artista más destacado de todos los campos del arte en los años de posguerra; un hombre que sabía representar en el momento oportuno al héroe popular, al dios encarnado de la subcultura, la que le atribuyó dotes sobenaturales desde sus comienzos de su reputación en Harlem hasta la aclamación estentórea que siguió a su muerte.

de hecho si Charlie Parker no estaba poseído por fuerzas sobrenaturales, no hay nada sobrenatural en un genio. el brillante patán Charlie Parker devoró su vida y todo su sistema en un compromiso total con la sensación y con la expresión de esa sensación. su metabolismo asimilaba drogas, alcohol, mujer, acción, humor y violencia convirtiéndolos en música. cuando murió, representaba una presencia mágica cuya música era la biblia sin palabras del antimundo. la noticia de su muerte se extendió rápidamente por todo Harlem, hasta el punto de que, antes que hubiera pasado un día, en todo el metro habían letreros que rezaban: EL PÁJARO VIVE; lo que trae a la memoria los sacrificios funerarios de los antiguos reyes. también resulta increíble que Parker perfeccionase su revolución, la forma de interpretar el jazz, puliese el bugui-bugui en la clandestinidad y lejos de los escenarios, en el momento justo en que la necesidad de él, de su arte y de toda su subcultura era ya desesperada, en 1945.

jeff nuttall
, las culturas de posguerra, 1968, pp. 19-21