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No hay un después,
porque en verdad no hay un final.

Todo, por el contrario, se vuelve interminable,
y el final también es una ilusión.

El arte no terminará.
Nada va a terminar:
nada tendrá sentido,
pero va a continuar indefinidamente.
Y lo que continúa indefinidamente,
lo que se vuelve inmortal,
es lo que ya está muerto.

Es verdad que hay ciertos registros, ciertas disciplinas,
ciertas figuras que indican una desaparición desigual de las cosas.
La desaparición no significa el fin, hay un arte de la desaparición
y varias maneras de desaparecer.

El arte será forzosamente esporádico, estallado, fractal,
lo que no implica que no pueda existir.
Sin embargo, no se volverá a encontrar una especificidad:
la especificidad se refiere a una especie, a una colectividad,
a una posibilidad de reagrupar algunas normas,
reglas, leyes, en torno a cierto juicio.

No hay estética ni arte
sin un juicio estético,
y lo que se ha vuelto imposible
es justamente este juicio estético.

Eso no lo vamos a volver a encontrar;
podremos volver a encontrar visiones de las cosas
en cierta literatura y, por qué no, en los videos,
pero ya no volveremos a encontrar
la posibilidad de decir «esto está bien», «esto está mal», «esto es bello»;
eso se acabó.

j.b.