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Se puede afirmar que el totalitarismo moderno es un producto del consenso de un estadio: es un fenotipo agitado, en el que cien mil voces colocan una campana de ruido sobre los reunidos, surge el fantasma de la unanimidad. En él se crea una voluntad general sonora: un plebiscito de ruidos.

A la vista de estas circunstancias, se justifica literalmente la tésis de Gabriel Tarde: que el estado social del ser humano es uno hipnótico o sonámbulo.

El griterío de la multitud en el estadio se reacopla directamente a ella.

Cuando Elias Canetti describió a “la masa como anillo” no estaba caracterizando simplemente las condiciones visuales y arquitectónicas de un estadio, sino, así mismo, la fascinación acústica que, procedente de la reunión, se cierne sobre ella.