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"fue quizás la primera estrella de rock, sólo hay que ver sus películas y ver como se movía. creo que era tan bueno como Jagger... Hitler utilizó la política y las herramientas del teatro y creó una cosa que gobernó y controló su espectáculo durante aquellos doce años. el mundo nunca volverá a ver a nadie como él."

david bowie en la revista playboy, 1976



Hitler conoció sus dotes de persuasión en las esquinas de Munich durante los distrurbios revolucionarios de 1919. allí, como rememora en Mein Kampf, se dió cuenta de que "todos los grandes y decisivos acontecimientos no han llegado a producirse por la letra impresa, sino gracias a la palabra hablada". A diferencia del escritor, el orador "siempre puede ver en los rostros de sus oyentes", lo que les motiva. El público proporciona al atento orador las ideas que lo incitan. "el orador siempre se deja arrastrar por las grandes masas de manera que, instintivamente, las palabras que salen de su boca son las adecuadas para llegar al corazón de quienes lo escuchan. si yerra... tiene ante sus ojos la correción viviente".

Con mayor rapidez que sus rivales, recurrió a los más avanzados medios de comunicación para extender su llamamiento.

(Así, engullida en la magnanimidad queda, por ejemplo, la historia por la supervivencia del Trautonium, uno de los primeros instrumentos electrónicos. Goebbels, asombrado ante la capacidad del Volkstrautonium, permitió a su creador Friedrich Trautwein y su discípulo Oskar Sala continuar con su trabajo. La primera consecuencia de ésto vino por parte de la Radio del Reich, que le encargó a Trautwein la creación de un nuevo Trautonium totalmente equipado, no escatimando en gastos, para ambientar seriales radiofónicos y musicalizar las cabeceras de los programas. la segunda y más nefasta consecuencia fue la instrumentalización del Trautonium por parte del régimen, especialmente en conciertos propagandísticos al aire libre y para enfatizar el discurso de sus líderes)

Antes de que se inventaran sistemas de amplificación eléctrica de la voz,
los políticos se quedaban afónicos si se dirigían a un centenar de personas durante poco más de media hora. Pero con los micrófonos y los altavoces, Hitler podía perorar ante decenas de miles de personas.

Años después el Führer reconocería:
"sin la ayuda de los altavoces jamás habría logrado conquistar Alemania".