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la música, disfrute inmaterial convertido en mercancía prefigura una sociedad de lo inmaterial vendido. recordemos que el músico era una especie de vagabundo y delincuente en épocas antiguas, incluso en el Islam, hasta entrado el siglo xx, se recomendaba no sentarse a la mesa con un músico.

pero cuando ingresó en el intercambio comercial participó en el crecimiento y la creación del capital y el espectáculo y se convirtió en ejemplo del devenir de nuestra sociedad: desritualizar una forma social, reprimir una actividad del cuerpo, especializar su ejercicio, venderla como espectáculo, generalizar su consumo y luego organizar su almacenamiento de modo de hacerle perder el sentido.

así se anuncia el establecimiento de una sociedad repetitiva donde ya nada sucederá.


la autodestrucción del capitalismo se halla en esta contradicción que la música vive de forma ensordecedora: instrumento de diferenciación, se ha convertido en lugar de repetición, con lo cual logramos entender la búsqueda angustiada de la diferencia perdida, dentro de una lógica de la que se ha desterrado la diferencia.

jacques attali, ruidos, 1977