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Thoreau buscaba los bosques porque la espesura de la ciudad se le había hecho demasiado estrecha. Nos anticipa una situación a la que nosotros nos acercamos hoy: si, por una parte, los bosques reales se retiran poco a poco, por otra, vuelven bajo otra dimensión, como bosques de los signos, de las informaciones, de las interpretaciones, de las señales.

Aunque la huída a los bosques no lo libera de la confusión, Thoreau retorna transformado, y busca su claro en la densa ciudad. Quizás algo semejante pero aún más exigente se nos impone ante la amenaza de agorafobia en esta espesura global.

















las instituciones artísticas, a la manera de un "archivo", ocupan de alguna manera el lugar de "lo sagrado". En este sentido, el arte ocupa un ámbito diferente, separado, más elevado. Por un lado están las instituciones y por el otro lo que está fuera de ellas: lo que llamaremos vida; por un lado lo sagrado, y por el otro lo profano de la "vida". Lo nuevo opera por el hecho de que aporta al ámbito sagrado material que trae de la vida, de lo profano. Al hacerlo, lo nuevo se transforma en lo que da cuenta de todo ese dominio irrepresentable que está por fuera de lo "sagrado". De esta manera, lo nuevo en el arte presenta lo no representable; evoca la vida, lo profano, el exceso más allá del archivo simbólico de las instituciones artísticas. En este sentido, lo nuevo es la única parte del archivo que no es una representación. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, lo nuevo se vuelve rutina - pierde su carácter novedoso que en su momento se insertó en la lógica del ámbito sagrado de la representación. Ahora, algún nuevo novedoso tiene que tomar su lugar, un nuevo significante de lo irrepresentable: un nuevo significante que no es una representación.
Pero entonces nos preguntamos: ¿qué sucede cuando la vida se transforma en medios?
¿Qué sucede cuando la vida misma se vuelve totalmente mediatizada?
esta es la pregunta que lleva a la contradicción de la representación.