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desde que J. G. Ballard escribiera que “el verdadero planeta alienígena es la Tierra”, divertidos escritores, críticos y estudiosos han reparado en el carácter metafórico del tratamiento de la alienidad en la Ciencia Ficción.

según la escritora Ursula K. Le Guin, los alienígenas son siempre las distintas encarnaciones del Otro cultural, racial y social. (Es característico de la CF de esta autora que el problema de la relación Yo–Otro esté metaforizado en la forma de interacción con una especie alienígena.)

de acuerdo con el teórico Darko Suvin, “aunque mutantes de marcianos, hormigas o nautiloides inteligentes pueden usarse como significantes, ellos solo pueden significar relaciones humanas, dado que –hasta donde sabemos– no podemos imaginar otras”.

















Se me ocurrió que podría poner a prueba mi hipótesis sobre los vínculos inconscientes entre el sexo y los accidentes de coche montando una exposición de vehículos estrellados. El Laboratorio de Nuevas Artes estaba muy interesado en colaborar y me ofreció su galería durante un mes. Visité varios cementerios de coches del sur de Londres y pagué tres coches, entre los que había un Pontiac estrellado, para que fueran enviados a la galería.

Los coches se expusieron sin ningún material gráfico complementario, como si fueran obras de escultura. Un aficionado a la televisión del Laboratorio se ofreció a instalar una cámara y unos televisores de circuito cerrado en los que los invitados podrían verse paseando entre los coches. Yo accedí y propuse que contratáramos a una joven para que interrogara a los invitados acerca de sus reacciones. Cuando contactamos con ella por teléfono, accedió a aparecer desnuda, pero al entrar en la galería y ver los coches estrellados me dijo que solo haría topless, una reacción que en su día me pareció muy significativa.

Encargué una cantidad abundante de alcohol y planteé la primera noche como cualquier inauguración de una galería, tras haber invitado a una muestra representativa de escritores y periodistas. Nunca he visto a los invitados de una galería de arte emborracharse tan rápido. Se percibía una gran tensión en el ambiente, como si todo el mundo se sintiera amenazado por una alarma interior que hubiera empezado a sonar. Nadie se hubiera fijado en los coches si hubiesen estado aparcados en la calle, pero bajo las luces inalterables de la galería parecía que aquellos coches produjeran un efecto provocador e inquietante. Se derramó vino sobre los coches, se rompieron las ventanillas, y la chica en topless estuvo a punto de ser violada en el asiento trasero del Pontiac.

Durante el mes que estuvieron expuestos, los coches sufrieron contínuas agresiones, fueron embadurnados con pintura blanca por un grupo de Hare Krishna, acabaron volcados y fueron despojados de sus espejos retrovisores y matrículas. Cuando la exposición concluyó y se los llevaron, nadie lamentó que cruzaran la puerta de la galería.

En 1970, alentado por mi exposición de coches estrellados, empecé a escribir Crash.