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(1926) HPL:
A mi entender, el mayor favor

que nos ha concedido el cielo
es la incapacidad de la mente humana
para relacionar todo lo que encierra.

Vivimos en un islote de plácida ignorancia
en el seno de los oscuros océanos del infinito,
y no estamos destinados a emprender largos viajes.

Las ciencias, cada una de las cuales apunta a una dirección concreta,
no nos han hecho demasiado daño hasta el presente;
pero llegará un día en que la síntesis de esos conocimientos disociados
nos descubrirá terroríficas perspectivas sobre la realidad
y el terrible lugar que ocupamos en ella:

entonces esa revelación nos volverá locos,
a menos que huyamos de esa claridad funesta
para refugiarnos en la paz
de una nueva edad de tinieblas.






















Una mañana antes del amanecer, Chang Lien mandó a buscar a Pu Ya

y exigió que se reuniese en seguida con él en la sala de instrumentos.
Chang Lien se hallaba sentado y permanecía silencioso.

Dadme vuestro laúd - pidió, de repente, a Pu Ya.

Pu Ya lo saludó y le presentó su laúd.

-Escuchad este sonido! - dijo Chang Lien y blandió el laúd

por encima de su cabeza y lo arrojó contra el suelo-.
Tal es el sonido del laúd!
(Era un laúd que tenía setecientos años)

Pu Ya se inclinó y saludó tres veces.
-Dadme vuestra guitarra de tres cuerdas - pidió Chang Lien.
Pu Ya le entregó la guitarra.

-Escuchad este sonido!- le dijo Chang Lien.
Colocó la guitarra ante sí, se puso de pie,
saltó encima
de la guitarra y la pisoteó durante un buen rato.
Pu Ya lloraba al ver sus instrumentos destrozados
por su maestro.

(...) Al cabo de tres meses Pu Ya volvió a visitar al maestro.
Este al verlo llegar lo increpó:

- ¿Qué habéis hecho con vuestros instrumentos?

Pu Ya respondió que había recogido los restos, que los había amontonado sobre un cojín de seda y les había sacrificado la parte de buey, la parte de cordero y la parte de cerdo rituales. Añadió que todos los días se recogía ante el sepulcro de sus instrumentos. El rostro de Chang Lien se había vuelto carmesí, y se irritó violentamente con su alumno:

- ¿Qué es eso de rezar ante el sepulcro de vuestros instrumentos?

¡Los instrumentos ya son sepulcros!